La historia del añil en Chalatenango
El cultivo del añil en Chalatenango, sin duda alguna es parte de una historia que en la actualidad se encuentra casi olvidada y que pocos Chalatecos la conocen.
Este cultivo que durante un tiempo fue la principal fuente de ingresos económicos en nuestro departamento, ahora es una industria desaparecida, pero de la cual vale la pena conocer su historia.
El añil es un colorante que se obtiene del jiquilite, también conocido como indigo, un arbusto que puede llegar a crecer hasta dos metros de altura y de cuyas hojas se extrae un tinte natural de color azul; fue bastante utilizado durante mucho tiempo como un colorante natural para teñir prendas de vestir.
La feria del añil
Según registros históricos, era tal la producción del añil en Chalatenango que en 1801 decidieron crear una feria en la cual podría llevarse a cabo dicho comercio, ésta es conocida como «La feria de todos los santos o Feria del añil» que se celebra el día 1 de noviembre.
A pesar que actualmente ya no es lo que era, esta feria fue un importante movimiento comercial que iniciaba desde las primeras semanas de octubre; donde se vendía el añil, ganado y otros productos como ropa y alimentos.
Debido a esto la ciudad de Chalatenango tuvo que ser acomodada, construyendo portales afuera de las casas para que los visitantes pudieran pasar la noche.
Es por ello que al recorrer el centro de la ciudad de Chalatenango nos damos cuenta que en las principales calles, a las orillas de las calles hay portales que aún se conservan.
Cómo se obtenía el añil
El añil era obtenido en unas construcciones rústicas de origen precolombino llamada obraje. Un obraje de añil se componía por tres pilas en las cuales se llevaba a cabo dicho proceso.
La primera pila, conocida como pila de prensado, era llenada con agua y los obreros debía presionar o golpear para extraer el colorante, por un período de unas doce horas.
El agua con colorante pasaba a la segunda pila, conocida como pila de batido, donde el líquido obtenido era batido en espacios de entre dos y tres horas, para darle una consistencia más espesa y que pudiera separarse un poco más del agua natural.
Finalmente el añil pasaba a una tercera pila más pequeña, conocida como pilita, donde el añil era depositado manualmente desde la pila anterior. Posteriormente era colada en unas mantas grandes para evitar que se mezclaran basuras.
El siguiente paso era cocer la tinta en un perol de hierro que se colocaba en el fuego, para remover el exceso de agua. Luego lo que se obtenía era colocado al sol durante el día, para que se secara y finalmente obtener un polvo de color azul, el cual era colocado en sacos, para su posterior venta.
El bagazo, o el sobrante de las hojas que quedaba del primer paso, era llevado hacia los cultivos de añil para que sirviera como abono natural.
Parte de la historia
El añil es considerado como el producto agrícola en base al cual se fundamentó la economía Centroamericana por más de trescientos años; desde el siglo XVI hasta finales del siglo XIX.
Para el año de 1860, el departamento de Chalatenango producía el 30% de añil que exportaba El Salvador al exterior.
La demanda del añil comenzó a decrecer cuando surgieron los colorantes artificiales, los cuales tenían un costo menor.
Los campos que antes habían sido cultivados con añil, ahora comenzaban a ser sustituidos por otro cultivo que para esa época resultaba ser más prometedor: El café. Precisamente fue en 1879 cuando en El Salvador la exportación de añil fue superada por la exportación de café y desde entonces comenzó a decaer el cultivo del mismo.
A pesar que hace varios años se buscó reactivar nuevamente su cultivo, lo cierto es que no resultó como se esperaba. Por lo que el añil pasó a formar parte de la historia de Chalatenango.